Aunque la Academia Grimmoire destaca por su excelencia en casi todos los ámbitos de la vida estudiantil, el deporte no ha sido jamás su punto fuerte, de manera que al menos en esto se ve constantemente superada por otras escuelas de la Capital. Y no hay que profundizar demasiado para encontrar la causa: en Grimm está prohibido sudar. La transpiración excesiva se considera de mal gusto, de modo que cualquier actividad física debe hacerse con mesura para no faltar a esta norma básica de etiqueta.
Que lo anterior
sirva para aclarar que Rosa podría haber esquivado el balonazo que vio venir
desde la cancha donde los chicos jugaban al slowball…, pero hacerlo la
habría obligado a correr o a sudar, dos cosas que no podía permitirse en ningún
lugar del Campus si quería evitar ser expulsada. Eso sí, pudo escoger con qué
parte del cuerpo recibir el impacto, aunque su decisión resultó ser la más
desafortunada.
No calculó que la velocidad del proyectil era lo
suficientemente elevada como para dejarla sin aire –especialmente si el
balonazo le daba de lleno en el vientre, como en efecto ocurrió. La chica cayó
de rodillas al suelo, doblada de dolor y sin poder respirar, y antes de perder
el sentido vio cómo sus amigas llegaban caminando (nunca corriendo) a
socorrerla, al igual que la Profesora de Gimnasia y algunos de los chicos de su
clase. “¿Quién hubiera dicho que el slowball es un deporte tan
peligroso?” pensó, y luego le sobrevino la inconsciencia.
No había nada
que Rosa Grimm detestase más que el abandonarse al sueño profundo de los
sentidos. Sus ojeras no serían tan oscuras y profundas de otro modo; le
bastaría con acostarse más temprano para contrarrestar el inevitable madrugón
diario a las seis de la mañana. Pero dormirse era para ella una auténtica
proeza, y el no despertarse varias veces durante la madrugada, algo
prácticamente imposible. Siempre llegaba el momento en que, fuese cual fuese la
temática del sueño de turno, evocaba la misma imagen de fuego y humo; fuego
y la casa en llamas. Ella y el fuego de sus pesadillas.
Esta vez no fue
la excepción, y cuando la asfixiante sensación de calor imaginario se hizo
finalmente insoportable, Rosa despertó sobresaltada en la enfermería, bañada en
una cantidad indecorosa de sudor. Tardó algunos minutos en relajarse, durante
los cuales se concentró en el halógeno que iluminaba la habitación con una luz
pálida y mortecina, como enfriando y desinfectando a la vez aquella estancia.
A su lado, sin
que ella lo notase, el Príncipe Iván hacía todo lo posible por no emitir ni un
solo ruido. Había perdido la oportunidad de avisarla de su presencia cuando
abrió los ojos, intuyendo que aquel no era el mejor momento para anunciarse.
Ahora que había dejado pasar varios segundos, cualquier palabra o gesto suyo de
seguro sobresaltaría a la convaleciente. Sus esfuerzos por disimular fueron, en
cualquier caso, en vano; cuando Rosa apartó la vista del techo y se encontró a
un Iván mudo, inmóvil y con los ojos como platos, el susto la puso en pie sobre
la camilla de un salto.
–¿Te encuentras
bien? –preguntó el Príncipe.
–¿Acaso
pretendes que lo esté? ¡Casi me matas!
–¡Lo siento, en
verdad! No calculé bien mi fuerza al patear el balón…
–¿Así que fuiste
tú? Me refería a que casi me matas del susto, pero ya veo que también has
intentado acabar conmigo de un pelotazo.
–¡Eh, relájate!
¡Acabo de pedirte disculpas! Además, no me he movido de aquí desde que te
trajimos. Yo… quería asegurarme de que estuvieras bien. ¿Lo estás?
Rosa le dio la
espalda, se levantó con cuidado la camisa y vio que tenía una marca colorada a
la altura del ombligo, con la forma exacta de una pelota de slowball.
–Supongo que sí
–contestó al Príncipe, ya más tranquila tras comprobar que su desmayo y el
enrojecimiento parecían ser las únicas consecuencias del balonazo.
–Permíteme que
te ayude a bajar de ahí.
Iván le tendió
la mano. Después de varias agresiones voluntarias e involuntarias (verbales y
físicas) y de un par de días sin dirigirse la palabra (más concretamente, tras
el incidente de la nota en clase de Astrología), aquello parecía un gesto en
son de paz. Rosa lo aceptó a regañadientes, y bajó de la camilla cogida de su
mano.
–Quizás deberías
acostarte para descansar otro rato. No te perderás de nada ahí fuera: han
faltado los tres Profesores de la tarde y los Suplentes no dan abasto. Yo me
presto a hacerte compañía; a quedarme aquí contigo y esperar juntos a que
vuelva la Enfermera.
–Olvídalo,
detesto este lugar y la detesto a ella por ponerme tantas inyecciones de
pequeña. Además, me encuentro estupendamente.
–No sé si
creerte…
–¿No me ves?
Estoy como una rosa –dijo a la vez que se secaba el rocío en la frente.
“¿Estuvo aquí mientras tuve la pesadilla? ¡Qué vergüenza, también me vio
sudar!”.
– …pero tendré
que fiarme de ti. Y en ese caso, me preguntaba si…
–Escúchame bien,
Iván: no te preocupes por mí. Gracias por tus atenciones, pero no necesito que
nadie me cuide. Además, se me hace extraño hablar contigo a solas.
Rosa no le dio la
oportunidad de replicar; cogió su mochila y salió de allí sin decir nada más. A
cada paso se arrepentía más de no haberle dejado acabar la frase, pero sus pies
la llevaban lejos: a la Residencia de Estudiantes, a su habitación, a cerrar la
puerta con llave, a bajar las persianas y a procurar (con escaso éxito) no
pensar en aquellas palabras no dichas. “¿Qué estuvo a punto de proponer, y por
qué justamente a mí?”.
9 comentarios:
¡Pero nos quedamos con ganas de saber cómo se juega el slowball!
Si te soy asquerosamente sincero, Coromoto..., ni yo mismo lo sé.
¡Que chica más gruñona!
¿Cómo es posible que el deporte esté prohibido?
Cuando leí la palabra Slowball pensé en una especie de Bowling en cámara lenta, sin los pinos :S
¡Esa es una buena definición! Pero no estoy seguro; también hay que patear el balón, y en una foto que puedes ver en www.AcademiaGrimmoire.com se ve que las chicas llevan una especie de palos-raqueta...
Pero luego leí que Iván lo pateaba, uno siempre se deja llevar por la primera impresión :S
No me carga la página, pero pienso en dos deportes con semejante definición.
Voy a intentar solucionarlo, pero ese dominio me da problemas constantemente. Si ves que no funciona cuando intentes entrar otra vez, prueba con la dirección academiagrimmoire.tumblr.com
que ganas de probar la punteria del principe en otros menesteres...ayssss
¡Jajajaja! ¡Me has recordado a Rosa en un capítulo al que estás a punto de llegar, Lucy!
Jajajajajaj, pues yo no me fiaría tanto del príncipe... ¿qué iría a proponerle?
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